La Fórmula E está siendo un gran laboratorio para todas las marcas involucradas, ya sea de fabricantes (es decir, los equipos oficiales presentes) o de otro tipo de empresas. En términos de desarrollo se están logrando grandes avances, tanto en materia de efectividad de baterías, motores eléctricos o la pieza que completa este entramado y conecta una con otra: el inversor.
El inversor, presente también en los coches eléctricos de calle que podemos ver en las calles y concesionarios, es el elemento que convierte la corriente directa que proviene de la batería en corriente alterna con la cual funciona el motor eléctrico. Dado que funciona como intermediario entre la batería y el motor, se suele situar en medio de los dos. Por ejemplo, en los coches de la primera temporada de Fórmula E el inversor estaba situado justo encima de la batería. Más adelante, cuando se dejó más espacio para el desarrollo, algunos equipos decidieron utilizar incluso dos inversores.
Además de ello, cuenta con su propia placa base para realizar procesamientos en lo que se refiere a la gestión de la energía, de manera que le comunica al motor eléctrico cómo ha de transmitir la potencia al eje de propulsión. En estos algoritmos complejos es donde está gran parte del desarrollo de software, la evolución que irá teniendo lugar a lo largo de la temporada para ganar ventaja en pista. En la práctica, el inversor en un motor eléctrico realiza una función muy similar a la que desempeña la centralita electrónica en un motor de combustión.
El inversor de la primera generación de monoplazas (caja gris) es se situaba sobre las baterías.
La ubicación del inversor es bastante importante, pues la idea es que esté lo más cerca del motor y las baterías para acortar los cables de cobre que unen el entramado dado que estos cables añaden un peso extra considerable para su tamaño. Al mismo tiempo, es importante que el inversor funcione siempre en condiciones óptimas, por lo que los coches de Fórmula E llevan un sistema de refrigeración separado para cada elemento, incluyendo el inversor. La gran potencia de los monoplazas de Fórmula E en comparación con los coches eléctricos habituales y el procesamiento de la misma hace que se puedan generar altas temperaturas.
Los inversores en sí no son algo novedoso, pues son componentes que ya llevan tiempo existiendo del mismo modo que los motores eléctricos ya cuentan con una larga trayectoria en la automoción. No obstante, el reto en la Fórmula E es la de conseguir sistemas de máximo rendimiento, aplicando tecnología punta para crear monoplazas capaces de funcionar a altas velocidades, muy diferente a los coches eléctricos habituales pensados para el día a día.
El uso de estas tecnologías es lo que interesa, entre otros aspectos, a los fabricantes de la Fórmula E, pudiendo derivar estos avances en que tengamos en unos años unos coches eléctricos más efectivos, con mayor autonomía y fiabilidad. De hecho esto es lo que ofrece el campeonato con respecto a otras categorías del automovilismo, la capacidad de desarrollar la tecnología de coches eléctricos, con un futuro con más potencial que el de otros sistemas de propulsión.