El legado de los Bugatti Veyron y Chiron seguirá perpetuándose con el Tourbillon. Así se llama el nuevo hiperdeportivo de Bugatti, que sigue teniendo la friolera de 16 cilindros, esta vez con electrificación. Supera en todo a sus predecesores, pero rompe con la costumbre del motor W16 cuatriturbo (ahora es V16 híbrido) y rompe también con la tradición de llevar un nombre de pilotos. Pero el origen del nombre del Bugatti Tourbillon es igualmente fascinante.
Veyron y Chiron, dos homenajes a pilotos
En el año 2004, la renacida Bugatti presentó el primer coche de producción en serie con más de 1.000 caballos de potencia. El Veyron fue un capricho personal de Ferdinand Piëch cuando era máximo mandatario del Grupo Volkswagen, en una época de vacas gordas en las que cosas iban bien. De hecho, se dice que el Veyron nunca fue rentable y la compañía perdía varios millones de euros con cada coche.
El Veyron era superlativo en todo y marcó un antes y un después en la historia del automóvil. Un coche tan importante merecía un nombre a la altura, por eso Bugatti echó la mirada atrás y sacó a relucir su pedigrí. Rendía tributo a Pierre Veyron, un piloto de carreras e ingeniero francés que ganó las 24 Horas de Le Mans con el Bugatti Type 57C en el año 1939.
El sucesor del Veyron fue el Chiron. Mantenía el mismo motor W16, pero pasaba de 1.001 a 1.500 CV de potencia. Fue una vuelta de tuerca a la ingeniería más excelsa y, con el modelo Chiron Super Sport 300+, consiguió alcanzar 490,48 km/h de velocidad punta. Su nombre era un homenaje a Louis Chiron, un piloto monegasco que corrió con Bugatti y consiguió la victoria en el Gran Premio de Mónaco en 1931. Hasta la victoria de Charles Lecrerc en 2024, Chiron era el único monegasco en haber ganado el Gran Premio de Mónaco. Sigue ostentando un récord a día de hoy: ser el piloto de más edad en terminar una carrera del campeonato del mundo de Fórmula 1, con 55 años, 9 meses y 19 días (en el Gran Premio de Mónaco en 1955).
El tourbillon, máximo exponente de la ingeniería en relojería
El Bugatti Tourbillon rompe con la tradición de los nombres de pilotos y toma su nombre de la relojería. Concretamente del mecanismo más complejo y sofisticado que un reloj mecánico puede llevar, un invento que data del siglo XVIII. Solamente hay que fijarse en el cuadro de instrumentos del coche, con engranajes a la vista, para ver su relación con un reloj mecánico.
En la época de los relojes de bolsillo, estos artilugios solían estar en dos posiciones: en vertical, cuando estaban dentro del bolsillo, o en horizontal, cuando estaban sobre una mesa. Al estar todo el tiempo en dos posiciones muy concretas, la gravedad terrestre generaba pequeñas imperfecciones en el mecanismo interno que afectaban a la precisión de los relojes.
El tourbillon es el complejo e ingenioso mecanismo capaz de contrarrestar los efectos de la gravedad en un reloj mecánico para conseguir la mayor precisión posible, independientemente de su posición. Fue un invento del brillante relojero Abraham-Louis Breguet (1747-1823), uno de los nombres más relevantes en la historia de la relojería cuyo apellido perdura hasta nuestros días.
Nacido en Neuchâtel (Suiza), Breguet marchó a Francia para convertirse en aprendiz de relojero. En 1775 abrió su propio taller en la Ile de la Cité de París y en 1795 inventó el tourbillon, aunque no lo patentó hasta el año 1801. El invento consistió en colocar todo el escape (es decir el volante, el muelle, el áncora y la rueda de escape, las piezas más sensibles a la gravedad) en un carro móvil que realiza una rotación completa por minuto. De esta manera, la rotación regular genera una compensación mutua y evita que la gravedad tire del muelle en una sola dirección. De paso, el cambio constante del punto de contacto que realizan los pivotes del volante en sus cojinetes garantiza una mejor lubricación. Un invento fascinante.
Un invento reservado a los más pudientes
Igual que ocurre con el Bugatti, los relojes con tourbillon fueron algo reservado a la gente más adinerada. Dada su complejidad, se fabricaron pocos y eran carísimos.
El primer reloj tourbillon no se comercializó hasta 1805, diez años después de inventarlo. Entre 1805 y 1823, el año de la muerte del maestro relojero, sólo se vendieron 35 relojes con tourbillon. Como dato curioso, tres de ellos los compró la familia Borbón de España entre 1808 y 1814, según el testimonio de la propia Breguet en su página web.
Desde entonces, la manufactura Breguet ha seguido fabricando relojes con esta complicación, todavía más precisa si cabe gracias a los métodos de fabricación actuales. Pero el invento ha trascendido más allá de Breguet y casi todas las grandes marcas de alta relojería tienen un tourbillon en su catálogo. Y por regla general, suelen ser sus modelos más caros.