Cada nueva noticia que surge de Volkswagen es más delicada e inquietante que la anterior. Los de Wolfsburgo son el mayor fabricante europeo y el segundo a escala mundial. Sin embargo, esas posiciones de control no están evitando una profunda crisis económica. La compañía atraviesa uno de sus momentos más delicados en el último siglo. La rentabilidad sigue siendo un problema grave. Volkswagen necesita recortar gastos y desde los sindicatos de trabajadores advierten del posible cierre de tres fábricas en Alemania. Algo que no se había ni imaginado hasta ahora.
La llegada del coche eléctrico ha cogido a Volkswagen por sorpresa. Ya en la época de Herbert Diess, la compañía hizo una gran apuesta por la electromovilidad con el único objetivo de dar caza a Tesla y para posicionarse rápidamente en un mercado en vías de construcción. Sin embargo, la realidad ha golpeado como un mazo las expectativas de la empresa. Las ventas de coches eléctricos crecen, pero ni muchísimo menos al ritmo esperado. A eso hay que sumar los efectos de la pandemia de la COVID-19, los problemas contínuos en la cadena de suministros, los elevados costes de producción y la voraz competencia que reina en el mercado.
Volkswagen no encuentra la salvación a sus problemas mientras Europa sigue apretando
Una tormenta perfecta de casualidades y malas decisiones que ha sumergido a Volkswagen en su mayor crisis económica. Desde finales del año pasado se ha aplicado una estricta política de ahorro. Se han evitado despidos y se han eliminado productos de la flota, los menos rentables. Sin embargo, Volkswagen está entre la espada y la pared. Si bien quiere vender sus eléctricos, sabe que no puede desprenderse de los térmicos. El Golf sigue siendo el líder indiscutible. Un coche que se ha convertido en una marca en sí misma, aunque su precio está muy fuera del espacio en el que siempre se ha encontrado. El Polo ha sido otro damnificado por la cúpula directiva. El que en su día llegó a ser el utilitario más popular de Europa y el segundo coche más vendido de Volkswagen, hoy ni existe.
Y así podríamos seguir un buen rato. Volkswagen no ha tomado las decisiones correctas en un momento donde es esencial mantener la cordura y echar un vistazo a los mercados. Sí, el coche eléctrico es el futuro, pero ahora mismo no es la rama de la compañía que aporte el mayor valor de mercado. La rentabilidad es muy baja y los alemanes corren serio peligro de perder dinero. En Alemania plantean despidos masivos, hasta 15.000 afirman algunas fuentes. Acompañados del cierre de tres fábricas en el país. El Gobierno ha asegurado que hará todo lo posible para evitar el cierre de estas fábricas, pero no ha dado más detalles. Sindicatos, empresa y gobierno negocian a tres bandas, aunque por el momento no han encontrado ninguna solución.
Mientras tanto, Europa y sus asfixiantes políticas ponen más pimienta a la herida. Los nuevos aranceles a la importación de vehículos eléctricos chinos pone en peligro la estrategia comercial de las marcas, no sólo de Volkswagen, en China. El país se ha convertido en la mayor potencia comercial del mundo y las marcas europeas dependen mucho de los resultados del este. Si China toma contramedidas con las marcas europeas estas podrían perder la poca competitividad que les queda, lo que a su vez supondría la pérdida de miles de millones de euros en ventas y la más que probable recesión económica. La inestabilidad flota en el ambiente cual espada de Damocles.
