Tesla era, hasta hace unos meses, un símbolo para los coches eléctricos, un objetivo a imitar. Su CEO, Elon Musk, ha hipotecado la marca a cambio de una ambición política que no se sabe dónde acabará. La imagen del empresario, referente de la revolución del vehículo eléctrico, ha experimentado una transformación notable en los últimos años.
Su incursión en la política estadounidense, evidenciada en su apoyo declarado a Donald Trump, ha generado efectos significativos tanto en el ámbito financiero como comercial para su compañía. Este fenómeno ilustra cómo las decisiones personales pueden incidir en el mundo corporativo, al tiempo que invita a reflexionar sobre la conexión entre ideología y consumo en el sector de la movilidad sostenible.

De visionario verde a mecenas político
En 2023, Musk destinó más de 260 millones de dólares de su fortuna para apoyar la campaña de Trump, consolidándose como uno de sus principales financiadores. Aunque no ostenta un cargo oficial en la Administración estadounidense, su influencia en Washington es innegable. Su vinculación con posiciones de la extrema derecha, reflejada en gestos controvertidos, como el saludo a la romana en eventos públicos o su aparición en un vídeo viral empuñando una sierra mecánica, ha tenido repercusiones palpables en la percepción del público y en los resultados comerciales.
Tesla, que durante una década se posicionó como líder indiscutible del vehículo eléctrico, ha sufrido una notable caída en sus ventas a nivel mundial. En Estados Unidos, su principal mercado, las matriculaciones descendieron un 25% entre diciembre de 2023 y enero de 2024. En Europa, la situación es aún más crítica, con una disminución del 45% durante el mismo periodo, pasando de 18.000 unidades vendidas el año anterior a solo 9.900. En España, donde el auge del VE ha sido evidente, enero registró una reducción del 76%, con apenas 270 coches matriculados, cifras que ponen en perspectiva el desafío que enfrenta la marca.
Históricamente, el vehículo eléctrico ha simbolizado valores ecológicos y progresistas. Sin embargo, las declaraciones y alianzas políticas de Musk han generado un efecto rechazo entre parte de su base tradicional de clientes. Durante la campaña electoral, aparecieron pegatinas en algunos modelos de Tesla con mensajes críticos, como “Compré este coche antes de que Musk perdiera la cabeza”, reflejando el desencanto de aquellos que consideran que el magnate se ha alejado de los ideales verdes.
Además, el desplome en las ventas se enmarca en un contexto económico complejo. La guerra arancelaria impulsada por Trump contra China, un actor crucial en la producción de baterías, ha elevado los costes. Tesla también atribuye parte de esta situación a la renovación de su Model Y, aunque los datos indican que en 2023 las ventas globales de la marca cayeron un 1%, rompiendo una tendencia de crecimiento anual del 30-40%.
En el mercado bursátil, las acciones de Tesla descendieron de 480 a menos de 300 dólares en 2024, lo que representó una pérdida del 38% y redujo la valoración de la empresa de 1 billón a 870.000 millones de dólares. En tan solo tres meses, Musk vio disminuir su fortuna en 130.000 millones de dólares.

El dilema del vehículo eléctrico: símbolo cultural y motor de cambio
El caso de Tesla pone de manifiesto que los coches eléctricos no son únicamente avances tecnológicos, sino también símbolos culturales cuyo éxito depende de su afinidad con los valores de sus usuarios. Mientras Musk, que alguna vez fue admirado por su visión innovadora, es ahora percibido por algunos como un aliado de posturas contrarias a la lucha contra el cambio climático, su apoyo a Trump, responsable de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, se erige como uno de los ejemplos más controvertidos.
No obstante, el análisis del sector va más allá de la política. Expertos señalan que Tesla compite en un mercado cada vez más disputado, donde otras marcas, como BYD, Hyundai y BMW, se posicionan con modelos atractivos y precios competitivos adaptados a distintas realidades locales. En Europa, las subvenciones a fabricantes regionales también intensifican la competencia, sin que esto signifique un desprestigio de ninguno de los modelos, sino una diversificación saludable del mercado.

¿Puede Tesla retomar su senda?
El retroceso de Tesla trasciende la figura de Musk y se erige como un reflejo del mercado en transformación. Los vehículos eléctricos han dejado de ser un nicho exclusivo para convertirse en un sector consolidado, donde las decisiones políticas y culturales pesan tanto como los avances tecnológicos. Para recuperar su impulso, la marca deberá reencontrar su esencia y liderar la transición energética sin caer en polarizaciones extremas.
Aunque Musk intenta demostrar que su influencia supera las fronteras de Tesla, los números evidencian que en el ámbito político, las consecuencias económicas son tan reales como las ideológicas. El futuro de la sostenibilidad no solo dependerá de baterías más eficientes, sino también de construir puentes entre distintas visiones, en un escenario donde el bienestar del planeta demanda un esfuerzo colectivo y equilibrado.