Nunca es fácil emprender un nuevo camino. Tras el escándalo del Dieselgate, Volkswagen quiso reorientar su estrategia y lavar su imagen con el fin de no perder prestigio internacional. Si bien la crisis se saldó sin grandes consecuencias a nivel comercial, el salto a la movilidad eléctrica no está teniendo tan buena aceptación como se esperaba. Volkswagen está inmersa en numerosos problemas. Las cifras de ventas no encajan y eso obliga a los directivos a tomar medidas drásticas. El último rumor es un más que posible cese de producción en la planta de Dresden, centrada exclusivamente en la producción de coches eléctricos.
Por el camino, Volkswagen ha invertido miles de millones de euros en adaptar, modernizar y ampliar sus fábricas para la llegada del coche eléctrico. El centro de Dresden no es la planta más grande de la marca, ni mucho menos. De hecho, es una de las más pequeñas, pero tiene un valor especial. Se inauguró en 2022 con el sobrenombre de la Fábrica Transparente. Durante muchos años, sus trabajadores altamente especializados se han encargado de producir los modelos más lujosos de la casa, como el Volkswagen Phaeton. Desde 2017 sólo fabrica coches eléctricos, el primero de ellos fue el e-Golf. Posteriormente, en 2020, llegó la familia ID.
La producción de la planta de Dresden es baja si se compara con otras plantas del Grupo Volkswagen. Según cifras oficiales, tan sólo se ensamblaron 6.500 vehículos el año pasado. De hecho, prácticamente se ha convertido en un centro de ensamblaje ya que no tiene sección de carrocerías o taller de pintura. Las carrocerías llegan conformadas y los trabajadores, junto con robots, se encargan del montaje final. Esta situación, además de la baja producción, ha animado a Oliver Blume, CEO del Grupo Volkswagen, a poner fin a la construcción del ID.3 en Dresden. Toda la producción se reubicará en Zwickau.
Hay que decir que, tal y como apunta Automobilwoche, los 300 trabajadores de la planta no serán despedidos ni el centro detendrá su actividad. Los empleados tendrán otras tareas como la realización de pruebas innovadoras. La medida todavía no ha sido anunciada, aunque se espera que el propio Blume lo comunique pronto. Si bien el volumen de producción del ID.3 apenas se verá condicionado por la medida, es una clara señal de que los alemanes están redoblando esfuerzos para reducir costes y ampliar la rentabilidad de la gama.
Al cierre del año pasado, Volkswagen ganaba un 3,6% por cada coche vendido. Si bien no es un mal margen de beneficio, está bastante lejos de la media del mercado y mucho más de las estimaciones de la compañía. Blume quiere elevar esa cifra en tres puntos porcentuales hasta llegar al 6,5%. Será entonces cuando las cifras de Volkswagen cuadren con las proyecciones estimadas en los años anteriores. Está claro que las ventas no van a acelerar drásticamente, así que es necesario recortar gastos y es por eso que Dresden verá sacrificada su producción en favor de dicho objetivo.
Hace unos días, la sede del Gobierno alemán mostró su preocupación ante el estado de una de sus empresas más importantes. La ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, señaló que "para nuestra nación, donde la industria automotriz representa una gran parte de la creación de valor, esto no es sólo una cuestión económica, sino también de seguridad". A Volkswagen se le acaba el tiempo. Su estrategia eléctrica tiene que funcionar y debe hacerlo ya o de lo contrario verá como poderosos rivales ganen peso en la industria y le arrebaten su preciada condición.