Vamos a ir un poco más allá ya que creemos que un buen mantenimiento es necesario durante todo el año, en especial en las bicicletas eléctricas, ya que, comparadas con las de sin motor, poseen más componentes que se pueden dañar si los manipulamos incorrectamente o no realizamos ciertas operaciones necesarias para su correcto funcionamiento.
Y lo bueno de todo es que no son cosas complicadas de hacer, ni tampoco se necesitan grandes medios ni inversiones para realizarlas: basta un poco dee pasión por nuestra bicicleta y algo de dedicación para tener nuestra eBike como el primer día.
5 consejos para tener la bicicleta eléctrica a punto
Como decíamos, estas fáciles operaciones, aunque algunas son más importantes de realizar en esta época donde la suciedad es más abundante, servirán para todo el año:
1. Batería: manipulación, carga y almacenaje
Es de vital importancia saber qué precauciones hay que tomar a la hora de manipular, almacenar o cargar las baterías de las e-bikes. Es muy importante leer detenidamente las indicaciones de seguridad que los fabricantes incluyen en el manual de instrucciones para hacer un uso adecuado de las baterías.
Es también imprescindicle revisar periódicamente el estado de la batería, especialmente en el caso de sufrir una caída o un golpe con la bicicleta. Y, por supuesto, usar siempre baterías y cargadores originales y homologados y no dejar cargando la batería toda la noche o de forma desatendida durante el día.
Si no vamos a utilizar la bicicleta durante mucho tiempo, lo recomendable (si es posible) es sacar la batería de la bicicleta y dejarla en un lugar sin grandes oscilaciones térmicas (ni mucho frío ni mucho calor) y que tampoco sean húmedos.
2. Neumáticos: dibujo correcto y presiones
Los neumáticos pueden valernos para todo el año o no. Y eso dependerá de la zona por donde rodamos, ya sea campo o asfalto. Es bueno tener un juego de más que sea lo más específico posible, aunque eso suponga una inversión económica extra. En campo, en zonas de mucho barro, neumáticos de poco taco nos servirán para poco y, en asfalto, si estamos constantemente montando con agua, los neumáticos de lluvia se muestran ideales.
Otro detalle es la presión que le demos a los neumáticos: y es que una presión muy alta es posible que reste algo de agarre, en especial en campo en zonas técnicas con piedra o raíces. Podemos disminuir un poco dicha presión, pero siempre en unas cifras muy pequeñas.
3. Lavado: siempre tras una salida con mucha suciedad o barro
Hay que lavar la bicicleta con asiduidad, pero siempre tras cada salida si hablamos de una mountain bike: con la suciedad aún húmeda, esta saldrá mejor. Los detergentes a usar, los más neutros que tengamos a mano, aunque siempre será más recomendable usar los específicos para bicicletas. Y a la hora de frotar, mucho ojo, ya que las pequeñas partículas de tierra pueden dañar la pintura o el barniz.
Siempre que podamos, lo mejor es secar la bicicleta al terminar: quitar la mayor parte del agua ya que nos puede oxidar algún componente. Tampoco está de más, si nuestra batería es desmontable, quitarla tras el lavado y chequear si los bornes o conectores contienen restos de agua.
4. Limpieza de los frenos de disco y engrase de la transmisión
Todos sabemos que la cadena hay que llevarla engrasada y más si hay agua a la vista para evitar óxidos: pero no hay que pasarse ya que se puede revertir la situación y sufrir un desgaste prematuro al adherirse particulas de tierra que hagan un efecto de ‘lijado’. Un truco es simplemente tocar la cadena con un dedo y ver si se mancha de grasa, indicativo de que esa cadena tiene suficiente lubricante.
Otros elementos, como las roldanas del cambio o partes móviles de los desviadores, han de ser revisados por si necesitaran algún tipo de engrase. Hoy en día en internet hay muchos tutoriales muy interesantes al respecto. No es imprescindible, pero sí recomendable que utilicemos aceites específicos para la humedad.
Esta operación de engrase sería muy importante hacerla nada más lavar la bicicleta, para evitar hacerlo justo antes de que vayamos a usar la bicicleta y que, por las prisas, o bien lo hagamos mal o simplemente lo pasemos por alto.
Aunque ya hemos tocado el punto del lavado, los frenos requieren especial atención: hay que chequear bien que no se queden partículas de tierra entre las pastillas y el disco. Existen productos específicos para la limpieza de los discos: los recomendamos para todo el año.
Muy importante es observar el comportamiento de la maneta de freno (si es consistente o no), ya que existe mucha humedad en el ambiente y hay líquidos de freno (como los sintéticos tipo DOT) que pueden generar algo de agua. Y ese agua con las altas temperaturas de frenado se convierte en pequeñas partículas de aire (burbujitas). Si vemos que están muy esponjosos, es posible que haya que purgarlos o directamente cambiar el líquido.
5. Revisar otros elementos y componentes: ser meticulosos prolongará su vida útil
Si usamos pedales automáticos, tenemos que observar los posibles óxidos que puedan aparecer cuando se haya secado la bici: podemos engrasar un poco las partes móviles. También es momento de ver cómo andan las calas de nuestras zapatillas.
Tampoco está de más chequear tornillos que con el uso se acaban aflojando y que nos pueden dar un susto: haciendo esta operación podremos descubrir óxidos en sus cabezas que pueden indicar su sustitución, ya que por dentro pueden que estén igual (y luego nos den problemas al intentar sacarlos).
Los elementos de una suspensión son delicados. Sobre todo, una falta de limpieza en ciertas partes puede provocar un desgaste prematuro que conlleve su sustitución, algo que siempre suele salir caro. Tenemos que limpiar con mucha dedicación los retenes de la horquilla y el amortiguador, las barras de la horquilla y el vástago del amortiguador para que no se quede alguna partícula que pueda dañarlos. Si nuestra bicicleta incorpora tija telescópica, haremos lo mismo con ella.